El Gasoducto que iría de Camisea hasta Ilo o algún otro punto de la costa sur del Perú es un proyecto muy importante.
Transformaría el patrón energético en una región con mucho crecimiento económico, pero también mucha pobreza y bastante volatilidad política.
Como todo proyecto pionero, esta inversión futura genera controversia. Así fue con el ferrocarril transcontinental en Estados Unidos hace casi 150 años; así fue con el Canal de Panamá, y así también ha sido con el ducto que trae el gas de Camisea hasta Lima. Los argumentos en contra del proyecto son bien conocidos:
1° Su alto costo, que se estima en alrededor de $4,500 millones, bastante más de la estimación original;
2° El hecho que ni la ingeniería básica está hecha ni la ruta está trazada hace que los estimados de costo sean muy preliminares;
3° No hay un contrato para la venta del gas desde un lote cercano a Camisea (los lotes 57 y 58 de Repsol y de Petrobras) y tampoco hay un gran comprador final, que asegure la viabilidad económica del ducto. Las reservas de los lotes 57 y 58 aún no se conocen, pero los indicios son promisorios.
Sin embargo, todos estos problemas se pueden resolver con el tiempo.
Se ha mencionado, desde altas esferas del gobierno, que Petroperú y Cofide podrían poner capitales para adelantar el proyecto mientras estos otros temas se aclaran.
Ciertamente no hay una objeción fundamental a que haya una participación minoritaria del gobierno en el ducto, pero también tenemos que pensar que es fundamental tener el trazado y los costos bien definidos antes de empezar. Y además, hay muchas otras inversiones prioritarias que necesitarán en algún momento un apoyo del sector público. En el mismo sector de hidrocarburos, por ejemplo, está la necesaria refacción de la refinería de Talara, la cual no se podrá hacer si no hay un socio conocedor del negocio y con capitales suficientes. Y no podemos olvidar todos los proyectos de infraestructura esenciales como agua potable, caminos vecinales y electrificación rural.
Ahora vamos a lo positivo. Hay dos beneficios importantes. Primero, dotar de disponibilidad de gas a los usuarios del Cusco urbano, de Juliaca y Puno, y de Arequipa y sus alrededores. La disponibilidad del gas también permitiría la industrialización de minas grandes en la región, como por ejemplo Las Bambas en la frontera de Apurímac con el Cusco, Tintaya en Cusco, Cerro Verde en Arequipa, y la misma Refinería de Ilo, la industria más importante del sur del Perú que hoy no tiene acceso a gas natural.
Segundo, el ducto permitiría la creación de un complejo petroquímico en las cercanías de Ilo. El gas de Camisea no sólo tiene un alto contenido de líquidos (que permiten crear gas licuado de petróleo o GLP, destilados y otros combustibles) sino también de etano, componente básico de la industria petroquímica. El gas de Camisea tiene uno de los contenidos más altos de líquidos y de etano en el mundo. De ahí la conclusión lógica que es la viabilidad de un gran complejo petroquímico, que pondría al Perú en el mapa industrial de Sudamérica, junto con la Refinería de Ilo, la planta de licuefacción de gas en Melchorita y las nuevas plantas de etanol de caña en el norte. El polo petroquímico le daría al gas un valor agregado importante, sin contar la inversión enorme en equipos (muchos de los cuales se pueden fabricar en el Perú) y mano de obra para el montaje de las diversas plantas que estarían en el complejo petroquímico.
Claro, toda esta inversión cuesta mucho. Al principio se habló que el ducto costaría $2,000 millones. Ahora se habla de más del doble. El polo petroquímico, para tener escala suficiente, significa una inversión de por lo menos $15,000 millones. Es un proyecto que genera enorme entusiasmo, pero que al mismo tiempo requiere buena planificación financiera e ingeniería de primer nivel. Para ello, se necesita que el sector privado ponga todo el capital de riesgo y haga el trabajo necesario con el claro apoyo del gobierno. Sin la compra de gas por parte de un gran usuario en el sur no se podría iniciar una verdadera planificación del proyecto. Esa es la condición esencial para gasificar el sur del Perú.
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