ESCRIBE:
JORGE MANCO ZACONETTI (Investigador UNMSM)
El
reconocido intelectual Noam Chomsky de visita al país del sur años atrás,
señalaba que gran parte del éxito económico del modelo chileno de apertura,
libre mercado, de aplicación de reformas estructurales como la privatización de
empresas públicas, radicaba en la presencia estatal en dos sectores
estratégicos para la economía: minería e hidrocarburos.
Por
un lado la intervención de la Corporación del Cobre (Codelco) la primera
empresa a nivel mundial en la producción cuprífera que contribuye enérgicamente
con el fisco, pagando los mayores royaltys, contribuyendo con la ley reservada
del cobre para las fuerzas armadas, e impuestos, y de otro lado, la Empresa
Nacional de Petróleo (ENAP), una empresa que mantiene operaciones en Chile,
Ecuador, Argentina y Egipto, a través de una serie de empresas vinculadas.
A
diferencia del Perú, la clase dirigente chilena se identifica y potencia a su
petrolera estatal como reconocimiento de la importancia que tienen los
hidrocarburos en la reproducción técnica y material de la economía, asegurando
el abastecimiento seguro y oportuno de los combustibles, a pesar del crónico déficit
energético de la economía chilena.
Chile
como país es altamente dependiente de las importaciones de los hidrocarburos
sea el petróleo crudo pues importa más del 90 por ciento de sus requerimientos,
y del gas natural que antes importaba desde el vecino transandino, Argentina,
con compras equivalentes de casi 1,400 millones de pies cúbicos diarios y ahora
depende de otros mercados. Evidentemente desde el 2004 el gobierno gaucho
limitó las exportaciones de gas natural priorizando el abastecimiento interno,
al margen de los contratos firmados entre privados, lo cual ha profundizado la
crisis energética en Chile donde la energía cuesta casi el triple que en el
Perú.
Por
ello, para el vecino del sur la seguridad energética tiene una prioridad
fundamental en el marco de su proyecto nacional de desarrollo, y la empresa
ENAP mantiene una presencia integrada a nivel internacional con el objetivo de
asegurar el abastecimiento energético interno, regular el precio de los
combustibles, y generar utilidades para el proceso de acumulación interno.
Para
hacer esto posible mantiene el control sobre catorce filiales directa e
indirectamente como ENAP Refinerías S.A., ENAP Sipetrol, Gas de Chile, Enap
Sipetrol del Reino Unido, Sipetrol Internacional Uruguay, Energía Concón,
Éteres y Alcoholes, Petrosul, Biocomsa, etc. Ver cuadro sobre “Actividades
Económicas de las filiales Directas e Indirectas de ENAP Chile”
En
nuestro país hasta diciembre el 2012 tenía el control de Manu Perú Holding S.A. por medio del cual
mantenía un control del 49 por ciento sobre la cadena de estaciones de
servicios “Primax”, la más importante cadena de distribución minorista.
Sin
embargo, lo más destacable de ENAP-Sipetrol es la integración entre la
explotación y en la actividad refinera que como empresa petrolera tiene como
objetivo central: “La exploración, producción, comercialización de
hidrocarburos y servicios de asesoría en Chile y en el extranjero”
Es
decir, Chile adolece de una crónica dependencia de hidrocarburos, sin embargo
su empresa estatal ENAP explora y explota hidrocarburos tanto a nivel interno
como a través de sus operaciones internacionales con el objetivo de alcanzar la
seguridad energética. Es más, incluso “se dan el lujo” de exportar hacia el
Perú más de 6 mil barriles diarios de derivados como el diesel, siendo un país
deficitario.
Así,
por sus operaciones de explotación en Argentina, Ecuador, Egipto y en el propio
Chile (Magallanes) en el 2013 obtuvo una producción de 34,500 barriles diarios
que sumadas a la producción de gas natural expresadas en barriles equivalentes
de un promedio de 18 mil barriles por día, totalizan una producción superior a
los 52 mil barriles por día calendario.
Es
decir, mientras PetroPerú no extrae ni un barril de crudo ni procesa una
molécula de gas natural pues opera exclusivamente en la actividad refinera y la
distribución mayorista con el agravante que tiene que comprar a precios
internacionales sea el petróleo producido internamente como el crudo importado.
Mientras
en el vecino país del sur ENAP de Chile produce sea por operaciones internas e
internacionales en promedio en petróleo
o gas equivalente en barriles más de 52 mil barriles diarios que en algo
compensa sus crecientes importaciones, obteniendo una renta petrolera que constituye
la fuente principal de riqueza en el
negocio, pues la refinación es un negocio de márgenes.
Ello
se expresa en los estados de resultados económicos, pues mientras PetroPerú
tiene ingresos por ventas del orden de US $ 5,642 millones de dólares en el
2013 con utilidades netas menores a los US $ 50 millones, con ventas de
combustibles de 109 mil barriles diarios que representan el 49 por ciento del
mercado peruano, pues el otro operador es la refinería La Pampilla del grupo
Repsol/YPF.
En
cambio ENAP vendía para el mismo año por
más de 255 mil barriles diarios obteniendo ingresos del orden de US $ 11,211
millones de dólares con utilidades netas de US $ 134 millones. Con las ventas
realizadas cubre el mercado interno, al margen de las importaciones de gas
natural licuefactado el mismo que se regasifica para satisfacer el mercado
doméstico.
Mientras
el gobierno chileno sea socialista o liberal apoya y potencia a su petrolera
estatal, en nuestro país PetroPerú desde el fujimorismo, toledismo, aprismo y
humalismo es sometida a una serie de prácticas y contratos lesivos, deducciones
de “partidas inusuales” que le restan rentabilidad.
Así,
a PetroPerú no le permiten la
recuperación del IGV por las ventas en la Amazonía donde los
combustibles están exonerados de impuestos; se le imponen diversos candados que
impiden la participación directa en la explotación para el aprovechamiento de
la renta petrolera en el lote 64 y en los lotes cuyos contratos han vencido o
están próximos a su vencimiento (II, III, IV, VI-VII, 1-AB, 31 B, 31 D)
En
el fondo la gran diferencia entre Chile y Perú que han adoptado las políticas
de libre comercio, apertura y desregulación en términos generales es la
intervención del estado en la economía y el rol de una clase dirigente.
Mientras en el vecino del sur se reserva la intervención estatal en el sector
de hidrocarburos por su importancia estratégica, en el Perú es una fuente de
negocios privados a costa del patrimonio nacional, con una alta dosis de
corrupción.
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