La realidad energética en nuestro país es crítica a pesar de los grandes recursos naturales que posee, como son los recursos gasíferos de Camisea y lotes adyacentes, el gran potencial hidráulico desaprovechado, la fuerza de los vientos de la costa y la energía solar no utilizados, más las importantes reservas de carbón no explotadas comercialmente y otras fuentes renovables de energía no convencionales etc. Lamentablemente dependemos en demasía de los derivados del petróleo, y hoy estamos pagando la factura al reconocer las limitaciones del Fondo de Estabilización de los combustibles, un subsidio que solamente debiera financiar a las gasolinas 84 y 90 más el diesel 2.
Un nuevo patrón de consumo energético debiera privilegiar el gas natural para la petroquímica, aprovechando el elevado contenido de etano 10 % en el gas natural de Camisea y el 90 % de metano, y nos podríamos convertir en un exportador de electricidad en esta parte de América Latina haciendo uso del potencial hidráulico en especial de la vertiente oriental de la cordillera de los Andes, y fomentando de verdad las energías limpias como la eólica y solar.
Sin embargo, nuestra matriz energética es aún dependiente del petróleo crudo como fuente de energía comercial, recurso natural no renovable que tiene una menor participación en las reservas de energía, pues representa menos del 9 % de las reservas, con el agravante de que los altos precios internacionales del petróleo y derivados inciden en las tarifas eléctricas en razón del costo marginal, en los combustibles, en el transporte, en los costos de la industria, del comercio, de la actividad minera, pesquera, etc. A ello, agréguese las expectativas especulativas, ante el anuncio de incrementar los precios de los combustibles a partir del 3 de junio del presente.
Ello es más grave aún si existe consenso entre los expertos al señalar el término de los tiempos del petróleo barato. Éste a inicios del año 2007 amenazaba con un precio que superaba la barrera de los US$ 100 el barril, ahora, al cierre del mes de mayo fluctúa cerca de los US$ 130 y según el presidente de la OPEP, se pronostica que el precio pudiera alcanzar los US$ 200 dólares el barril con las consecuencias que ello significa para un país importador como el nuestro.
A pesar del entusiasmo oficial por el número de contratos petroleros firmados, o los anuncios de reservas probadas de crudo pesado en nuestro país, seguimos siendo dependientes del precio internacional del petróleo pues importamos más de 100 mil barriles diarios de crudo. Al margen de las presiones especulativas que explican su precio, un factor determinante adicional es la desvalorización del dólar y el creciente déficit fiscal de la economía norteamericana, que “exporta su crisis” al mundo con un dólar depreciado como moneda de pago internacional. Es decir, los valores relativos, o valores de cambio del petróleo y del oro tenderán al aumento.
Debemos reconocer que somos un país marginal en materia de producción de petróleo crudo, nunca fuimos un país petrolero como si lo es México que producen más de 3.5 millones de barriles diarios o Venezuela que está produciendo cerca de 2.4 millones de barriles diarios, ni siquiera somos un mediano productor como Colombia con más de 530 mil barriles diarios de producción. Este es uno de los grandes “mitos” que desde la educación y la política se ha impuesto en nuestro país, que en el mejor momento de su historia en la década de los ochenta apenas produjo 200 mil barriles diarios de petróleo.
Hoy en la zona costa norte, sea por el factor agotamiento de los campos maduros de Talara con más de 100 años de explotación comercial y el Zócalo Continental por falta de inversión, no se producen actualmente más de 33 mil barriles diarios, cuando a inicios de los ochenta su producción era de 69 mil barriles por día. Es más desde fines del siglo XIX a la fecha se han extraído más de 1,500 millones de barriles en la Cuenca de Talara y Zócalo Continental y todavía existen importantes reservas en los campos maduros y en los llamado horizontes profundos.
En la selva nororiental, en los casos de los lotes 1-AB y lote 8, cada día producen menos petróleo (44 mil barriles diarios), cuando no hace mucho producían 65 mil barriles diarios, y en el presente la producción conjunta del país no supera los 77 mil barriles con altos costos ambientales en las operaciones del la selva nororiental. A ello se debieran sumar los 34 mil barriles de líquidos de gas natural de Camisea, que en el próximo año debieran elevarse a los 70 mil barriles diarios por la ampliación que realiza Pluspetrol.
PLANEAMIENTO ENERGÉTICO
Desde hace 40 años la política energética en nuestro país sigue privilegiando el consumo de petróleo sin optar por desarrollar una cultura de consumo de recursos energéticos alternativos como el gas natural, los líquidos de gas natural, la hidroenergía, el carbón nacional reformado y otras fuentes renovables no convencionales como la energía eólica y solar. Estos recursos debieran ser utilizados a plenitud, respetando la diversidad regional en el marco de una integración energética que permita ganar competitividad al Perú.
Sin una dotación de energía segura, oportuna, a precios razonables no es posible alcanzar una senda de crecimiento económico en el mediano y largo plazo. Un principio fundamental de la economía energética es que cada país debe utilizar, entiéndase consumir más los recursos que posee con el objeto de alcanzar la autonomía energética que conjuntamente con la autonomía alimentaria constituyen una condición “sine que non”, básica, necesaria mas no suficiente para lograr el desarrollo económico.
En tal sentido, cabe saber qué tipo de energía consumimos o cómo nos alimentamos, para saber si un país o un individuo se ubica en un estadio racional o irracional de consumo. ¿Somos una economía enferma o sana en materia del patrón de consumo energético? ¿Estamos utilizando correctamente las posibilidades del gas natural con el ciclo simple? ¿Podemos convertirnos en exportadores de electricidad en América Latina? ¿De verdad estamos promocionado las energías no convencionales o las usamos como una justificación para promover otros intereses? ¿Es posible en el mediano plazo reconvertir el parque automotor de Lima de las gasolinas al gas natural concentrado (GNV) y gas licuado de petróleo (GLP)? ¿Por qué demora absurdamente el bono chatarrero? ¿Cómo aceleramos la masificación del gas natural no solamente en Lima?
Todas estas son preguntas válidas ahora que el gobierno del Presidente Alan García reconoce las limitaciones del Fondo de Estabilización de los Combustibles para seguir subsidiando los combustibles ante precios internacionales que superan los 120 dólares el barril de petróleo.
(DES) EQUILIBRIO: PRODUCCIÓN / CONSUMO DE ENERGÍA
El perverso patrón de consumo energético se expresa en el des balance entre la producción y las reservas probadas de energía comercial. Como se aprecia en el cuadro: “Producción de Energía Comercial: 1997 – 2006”, la importancia del petróleo en la producción de energía comercial es preponderante, y ello no tiene su correlato con el nivel de reservas probadas de dicho recurso natural. Si bien es evidente su menor participación gracias al efecto Camisea, se debe tomar conciencia que en algún momento el gas se agotará mientras las energías hídricas, eólicas y solares persistirán en el tiempo.
Así, como fuente de energía comercial, el petróleo crudo en 1997 representaba el 72% de la producción, al 2002 ha disminuido a 56.5%, para seguir bajando hasta una participación de 41% en el 2006, sin embargo sigue liderando en la producción de energía primaria comercial, y ello no variará significativamente en el tiempo, a pesar del aumento de la participación de la producción de gas natural y líquidos de gas natural, que al 2006 alcanzó el 36.3% teniendo en cuenta que en 1997 la participación era del 17.2%.
En verdad, urge una masificación del gas natural y diversificación de otras fuentes energéticas como las renovables no convencionales como la energía eólica, solar, etc, que no aparecen en el cuadro por la falta de un marco realmente promotor de la inversión en energías limpias para el desarrollo. El futuro energético debiera estar basado en las energías no convencionales cuyos costos de generación son cada vez menores.
Si tomamos por ejemplo el paquete de los proyectos hidroeléctricos candidatos incluidos en el Plan Referencial de Electricidad 2005 – 2014, encontramos que el costo de Inversión Promedio ponderado se estima en 1,076 US$/Kw instalado, mientras que los últimos costos de los aerogeneradores señalan una inversión de 1,275 US$ / Kw instalado y la electricidad fotovoltaica no menos de 5,000 US$ / Kw instalado. Esto lo reconoce el propio el propio Ministro de Energía y Minas del Perú Arq. Juan Valdivia cuando declara que “El costo de generación eólico es 15 % superior a la generación hidráulica, pero más barato que la generación con petróleo” (Diario Gestión 30/4/08)
Sin embargo, el desarrollo tecnológico puede permitir acortar la brecha de inversión antes referida, así en Europa se registra aerogeneradores y biogeneradores que demandan sólo 850 US$ / Kw instalado. En el mercado libre, el precio medio de las empresas generadoras al cliente final libre ascendía en el 2004 a 5.18 centavos de US$ / Kwh, mientras que el costo promedio ponderado de generación con energías renovables, de acuerdo a estimados de la Universidad de Utrecht, asciende a 8.1 centavos de US$ / Kwh. Es decir, con la tecnología apropiada, por las ganancias ambientales y los altos precios del petróleo, lo razonable es apostar por las energías renovables no convencionales.
Sin embargo, el costo de generación térmica en el Sistema Eléctrico Interconectado Nacional (SEIN) del Perú viene experimentando incesantes incrementos en razón del precio del petróleo a nivel mundial. Así, el costo de generación por megavatio hora (US$ /MW/h) de ciclo simple con diesel 2 en diciembre del 2003 tenía un valor de 61 dólares, mientras en el 2005 costaba 159 dólares y en diciembre del 2007 superaba los 177 dólares, frente a los 26 dólares que costaba la generación de un megavatio hora usando el ciclo simple de gas natural.
Así, un patrón de consumo energético razonable, sustentable en el largo plazo, ambientalmente sano debiera insistir en cuanto a la generación eléctrica en un tercio de la producción en base de hidroelectricidad, un tercio en el gas natural, y otro tercio en las energías renovables no convencionales. Este debiera ser un objetivo nacional en los próximos veinte años. Ello se logrará si el país adopta como política de Estado el cambio de la matriz energética de manera enérgica y planificada, en una interacción entre el Estado, las empresas, los usuarios y consumidores, en el marco de una estrategia nacional y regional de desarrollo.
Por ello, el dictamen aprobado de la Comisión de Energía y Minas sobre el Proyecto de Ley para promover la Inversión en Centrales Hidroeléctricas el lunes 2 de junio resulta deficitario, limitado e insuficiente pues castra la posibilidad que sea el Estado bajo asociación con el sector privado, el que pueda invertir en centrales hidroeléctricas. Es decir, niega la posibilidad que Electroperú por ejemplo pueda levantar centrales hidroeléctricas. Ello es así, pues se ha eliminado el art. 2 que sustentaba la promoción de la inversión en centrales hidráulicas en el ámbito de las empresas privadas como a las empresas bajo el ámbito del FONAFE.
En verdad, el Estado debiera intervenir a través de las empresas estatales que están bajo la órbita del Fonafe en razón del desinterés que pudiera existir en el sector privado. En primer lugar, con los actuales precios en boca de pozo de la energía eléctrica en base al gas natural de Camisea, de menos de US $ 1.50 por millón de BTU o más o menos equivalentes a mil pies cúbicos diarios, no resulta atractiva la inversión en centrales hidroeléctricas.
Por ello fuera de la central hidráulica de El Platanal y de Santa Rita bajo responsabilidad privada no se verifican en el mediano plazo nuevas inversiones. Se debe considerar que nuestro país requiere más de 500 megavatios adicionales al año en capacidad de potencia para poder asegurar el crecimiento económico y la demanda de electricidad.
En tal sentido, no resulta razonable que en nuestro país se promocione intensivamente el gas natural en la generación eléctrica con ciclo simple pues estamos quemando el 90 % del gas metano como el 10 % de etano que constituye la base de la petroquímica. Se debiera renegociar con las empresas de generación térmica a gas para apostar por el ciclo combinado para así aprovechar la energía calorífica desperdiciada.
Por último, si tenemos más de 60 mil megavatios de potencia no aprovechados de potencia hidráulica sobre todo en la vertiente oriental de los Andes, como un enorme potencial eólico y solar, es importante y necesario promover la inversión en el marco de las asociaciones públicas/privadas tal como lo sostiene el Banco Mundial.
No podemos ser esclavos de las ideas del pasado con el fundamentalismo liberal que limita el rol del Estado a la subsidiaridad en la economía, con un pensamiento privatista propio de la década de los noventa que justificó el descuartizamiento de ElectroPerú y ElectroLima. No olvidemos que las grandes centrales hídricas las construyó el Estado con financiamiento internacional. Ello es más urgente y necesario ante el evidente desinterés de las empresas privadas por apostar por las grandes centrales hidráulicas.
Visítenos en: www.mancozaconetti.com
Un nuevo patrón de consumo energético debiera privilegiar el gas natural para la petroquímica, aprovechando el elevado contenido de etano 10 % en el gas natural de Camisea y el 90 % de metano, y nos podríamos convertir en un exportador de electricidad en esta parte de América Latina haciendo uso del potencial hidráulico en especial de la vertiente oriental de la cordillera de los Andes, y fomentando de verdad las energías limpias como la eólica y solar.
Sin embargo, nuestra matriz energética es aún dependiente del petróleo crudo como fuente de energía comercial, recurso natural no renovable que tiene una menor participación en las reservas de energía, pues representa menos del 9 % de las reservas, con el agravante de que los altos precios internacionales del petróleo y derivados inciden en las tarifas eléctricas en razón del costo marginal, en los combustibles, en el transporte, en los costos de la industria, del comercio, de la actividad minera, pesquera, etc. A ello, agréguese las expectativas especulativas, ante el anuncio de incrementar los precios de los combustibles a partir del 3 de junio del presente.
Ello es más grave aún si existe consenso entre los expertos al señalar el término de los tiempos del petróleo barato. Éste a inicios del año 2007 amenazaba con un precio que superaba la barrera de los US$ 100 el barril, ahora, al cierre del mes de mayo fluctúa cerca de los US$ 130 y según el presidente de la OPEP, se pronostica que el precio pudiera alcanzar los US$ 200 dólares el barril con las consecuencias que ello significa para un país importador como el nuestro.
A pesar del entusiasmo oficial por el número de contratos petroleros firmados, o los anuncios de reservas probadas de crudo pesado en nuestro país, seguimos siendo dependientes del precio internacional del petróleo pues importamos más de 100 mil barriles diarios de crudo. Al margen de las presiones especulativas que explican su precio, un factor determinante adicional es la desvalorización del dólar y el creciente déficit fiscal de la economía norteamericana, que “exporta su crisis” al mundo con un dólar depreciado como moneda de pago internacional. Es decir, los valores relativos, o valores de cambio del petróleo y del oro tenderán al aumento.
Debemos reconocer que somos un país marginal en materia de producción de petróleo crudo, nunca fuimos un país petrolero como si lo es México que producen más de 3.5 millones de barriles diarios o Venezuela que está produciendo cerca de 2.4 millones de barriles diarios, ni siquiera somos un mediano productor como Colombia con más de 530 mil barriles diarios de producción. Este es uno de los grandes “mitos” que desde la educación y la política se ha impuesto en nuestro país, que en el mejor momento de su historia en la década de los ochenta apenas produjo 200 mil barriles diarios de petróleo.
Hoy en la zona costa norte, sea por el factor agotamiento de los campos maduros de Talara con más de 100 años de explotación comercial y el Zócalo Continental por falta de inversión, no se producen actualmente más de 33 mil barriles diarios, cuando a inicios de los ochenta su producción era de 69 mil barriles por día. Es más desde fines del siglo XIX a la fecha se han extraído más de 1,500 millones de barriles en la Cuenca de Talara y Zócalo Continental y todavía existen importantes reservas en los campos maduros y en los llamado horizontes profundos.
En la selva nororiental, en los casos de los lotes 1-AB y lote 8, cada día producen menos petróleo (44 mil barriles diarios), cuando no hace mucho producían 65 mil barriles diarios, y en el presente la producción conjunta del país no supera los 77 mil barriles con altos costos ambientales en las operaciones del la selva nororiental. A ello se debieran sumar los 34 mil barriles de líquidos de gas natural de Camisea, que en el próximo año debieran elevarse a los 70 mil barriles diarios por la ampliación que realiza Pluspetrol.
PLANEAMIENTO ENERGÉTICO
Desde hace 40 años la política energética en nuestro país sigue privilegiando el consumo de petróleo sin optar por desarrollar una cultura de consumo de recursos energéticos alternativos como el gas natural, los líquidos de gas natural, la hidroenergía, el carbón nacional reformado y otras fuentes renovables no convencionales como la energía eólica y solar. Estos recursos debieran ser utilizados a plenitud, respetando la diversidad regional en el marco de una integración energética que permita ganar competitividad al Perú.
Sin una dotación de energía segura, oportuna, a precios razonables no es posible alcanzar una senda de crecimiento económico en el mediano y largo plazo. Un principio fundamental de la economía energética es que cada país debe utilizar, entiéndase consumir más los recursos que posee con el objeto de alcanzar la autonomía energética que conjuntamente con la autonomía alimentaria constituyen una condición “sine que non”, básica, necesaria mas no suficiente para lograr el desarrollo económico.
En tal sentido, cabe saber qué tipo de energía consumimos o cómo nos alimentamos, para saber si un país o un individuo se ubica en un estadio racional o irracional de consumo. ¿Somos una economía enferma o sana en materia del patrón de consumo energético? ¿Estamos utilizando correctamente las posibilidades del gas natural con el ciclo simple? ¿Podemos convertirnos en exportadores de electricidad en América Latina? ¿De verdad estamos promocionado las energías no convencionales o las usamos como una justificación para promover otros intereses? ¿Es posible en el mediano plazo reconvertir el parque automotor de Lima de las gasolinas al gas natural concentrado (GNV) y gas licuado de petróleo (GLP)? ¿Por qué demora absurdamente el bono chatarrero? ¿Cómo aceleramos la masificación del gas natural no solamente en Lima?
Todas estas son preguntas válidas ahora que el gobierno del Presidente Alan García reconoce las limitaciones del Fondo de Estabilización de los Combustibles para seguir subsidiando los combustibles ante precios internacionales que superan los 120 dólares el barril de petróleo.
(DES) EQUILIBRIO: PRODUCCIÓN / CONSUMO DE ENERGÍA
El perverso patrón de consumo energético se expresa en el des balance entre la producción y las reservas probadas de energía comercial. Como se aprecia en el cuadro: “Producción de Energía Comercial: 1997 – 2006”, la importancia del petróleo en la producción de energía comercial es preponderante, y ello no tiene su correlato con el nivel de reservas probadas de dicho recurso natural. Si bien es evidente su menor participación gracias al efecto Camisea, se debe tomar conciencia que en algún momento el gas se agotará mientras las energías hídricas, eólicas y solares persistirán en el tiempo.
Así, como fuente de energía comercial, el petróleo crudo en 1997 representaba el 72% de la producción, al 2002 ha disminuido a 56.5%, para seguir bajando hasta una participación de 41% en el 2006, sin embargo sigue liderando en la producción de energía primaria comercial, y ello no variará significativamente en el tiempo, a pesar del aumento de la participación de la producción de gas natural y líquidos de gas natural, que al 2006 alcanzó el 36.3% teniendo en cuenta que en 1997 la participación era del 17.2%.
En verdad, urge una masificación del gas natural y diversificación de otras fuentes energéticas como las renovables no convencionales como la energía eólica, solar, etc, que no aparecen en el cuadro por la falta de un marco realmente promotor de la inversión en energías limpias para el desarrollo. El futuro energético debiera estar basado en las energías no convencionales cuyos costos de generación son cada vez menores.
Si tomamos por ejemplo el paquete de los proyectos hidroeléctricos candidatos incluidos en el Plan Referencial de Electricidad 2005 – 2014, encontramos que el costo de Inversión Promedio ponderado se estima en 1,076 US$/Kw instalado, mientras que los últimos costos de los aerogeneradores señalan una inversión de 1,275 US$ / Kw instalado y la electricidad fotovoltaica no menos de 5,000 US$ / Kw instalado. Esto lo reconoce el propio el propio Ministro de Energía y Minas del Perú Arq. Juan Valdivia cuando declara que “El costo de generación eólico es 15 % superior a la generación hidráulica, pero más barato que la generación con petróleo” (Diario Gestión 30/4/08)
Sin embargo, el desarrollo tecnológico puede permitir acortar la brecha de inversión antes referida, así en Europa se registra aerogeneradores y biogeneradores que demandan sólo 850 US$ / Kw instalado. En el mercado libre, el precio medio de las empresas generadoras al cliente final libre ascendía en el 2004 a 5.18 centavos de US$ / Kwh, mientras que el costo promedio ponderado de generación con energías renovables, de acuerdo a estimados de la Universidad de Utrecht, asciende a 8.1 centavos de US$ / Kwh. Es decir, con la tecnología apropiada, por las ganancias ambientales y los altos precios del petróleo, lo razonable es apostar por las energías renovables no convencionales.
Sin embargo, el costo de generación térmica en el Sistema Eléctrico Interconectado Nacional (SEIN) del Perú viene experimentando incesantes incrementos en razón del precio del petróleo a nivel mundial. Así, el costo de generación por megavatio hora (US$ /MW/h) de ciclo simple con diesel 2 en diciembre del 2003 tenía un valor de 61 dólares, mientras en el 2005 costaba 159 dólares y en diciembre del 2007 superaba los 177 dólares, frente a los 26 dólares que costaba la generación de un megavatio hora usando el ciclo simple de gas natural.
Así, un patrón de consumo energético razonable, sustentable en el largo plazo, ambientalmente sano debiera insistir en cuanto a la generación eléctrica en un tercio de la producción en base de hidroelectricidad, un tercio en el gas natural, y otro tercio en las energías renovables no convencionales. Este debiera ser un objetivo nacional en los próximos veinte años. Ello se logrará si el país adopta como política de Estado el cambio de la matriz energética de manera enérgica y planificada, en una interacción entre el Estado, las empresas, los usuarios y consumidores, en el marco de una estrategia nacional y regional de desarrollo.
Por ello, el dictamen aprobado de la Comisión de Energía y Minas sobre el Proyecto de Ley para promover la Inversión en Centrales Hidroeléctricas el lunes 2 de junio resulta deficitario, limitado e insuficiente pues castra la posibilidad que sea el Estado bajo asociación con el sector privado, el que pueda invertir en centrales hidroeléctricas. Es decir, niega la posibilidad que Electroperú por ejemplo pueda levantar centrales hidroeléctricas. Ello es así, pues se ha eliminado el art. 2 que sustentaba la promoción de la inversión en centrales hidráulicas en el ámbito de las empresas privadas como a las empresas bajo el ámbito del FONAFE.
En verdad, el Estado debiera intervenir a través de las empresas estatales que están bajo la órbita del Fonafe en razón del desinterés que pudiera existir en el sector privado. En primer lugar, con los actuales precios en boca de pozo de la energía eléctrica en base al gas natural de Camisea, de menos de US $ 1.50 por millón de BTU o más o menos equivalentes a mil pies cúbicos diarios, no resulta atractiva la inversión en centrales hidroeléctricas.
Por ello fuera de la central hidráulica de El Platanal y de Santa Rita bajo responsabilidad privada no se verifican en el mediano plazo nuevas inversiones. Se debe considerar que nuestro país requiere más de 500 megavatios adicionales al año en capacidad de potencia para poder asegurar el crecimiento económico y la demanda de electricidad.
En tal sentido, no resulta razonable que en nuestro país se promocione intensivamente el gas natural en la generación eléctrica con ciclo simple pues estamos quemando el 90 % del gas metano como el 10 % de etano que constituye la base de la petroquímica. Se debiera renegociar con las empresas de generación térmica a gas para apostar por el ciclo combinado para así aprovechar la energía calorífica desperdiciada.
Por último, si tenemos más de 60 mil megavatios de potencia no aprovechados de potencia hidráulica sobre todo en la vertiente oriental de los Andes, como un enorme potencial eólico y solar, es importante y necesario promover la inversión en el marco de las asociaciones públicas/privadas tal como lo sostiene el Banco Mundial.
No podemos ser esclavos de las ideas del pasado con el fundamentalismo liberal que limita el rol del Estado a la subsidiaridad en la economía, con un pensamiento privatista propio de la década de los noventa que justificó el descuartizamiento de ElectroPerú y ElectroLima. No olvidemos que las grandes centrales hídricas las construyó el Estado con financiamiento internacional. Ello es más urgente y necesario ante el evidente desinterés de las empresas privadas por apostar por las grandes centrales hidráulicas.
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